Soy una triste esquina









SOY la triste esquina de aquella plaza que un día paseaste por allí cerca sin reparar en ella porque pilla a trasmano de todos los sitios y no conduce a ninguno más que a esa esquina a la que nadie va a ir porque nada más está y 
que huele a orines
que queda oscura en sombras nublada ventosa y húmeda
que se pierde uno en sus vericuetos y en sus lunas menguantes extrañas volátiles, ten cuidado
que es donde la piel es más suave más fina más angustiosa
que acumula azufre de verano y yodo de invierno en sus adoquines y baldosas, muros y paredes
que tiene invisibles engranajes articulados que te pillan dedos si vienes o te prenden flecos de ropa y te atraen hacia mi escocedura en sangre viva mi aliento de muerte ponzoñosa y te humillo por el susto y en el vértigo quieres escapar vergonzosamente corriendo
que se traga y engulle sin miramientos voraz los reflejos del sol que alguna vez las ventanas de enfrente o el milagro fugaz de los coches o el eco de las risas acaso divinas que pasan lejos
que amanece también como todos los objetos perceptibles a la luz amanecen: tenues frágiles adormecidos solubles en el aire y ateridos
y peligrosamente esperanzados de qué esperanzados.