Soy un puñal atrapado en una herida

SOY un puñal atrapado en una herida. Lo siento, sí, no tengo excusa: herí. Busqué el calor de la muerte, el negro resplandor de su morada por entre las claras carnes de mi víctima. Reconozco que hice bien mi trabajo y me bañé en un sedoso lago de sangre, como ansiaba desde que nací. Para eso nací.

Pero no esperaba este recibimiento, sinceramente. Mi acero rechaza la idea, y más aún esta sensación tan insoportablemente voluptuosa, de haber sido acogido con satisfacción por un cuerpo palpitante. No puedo soportar esta sumisión. Yo necesito desgarrar tejidos, tronzar nervios, seccionar arterias, penetrar un cuerpo abriéndome paso brutalmente pero al tiempo sutil y delicadamente. Porque es mi filo mi razón y mi ánima. Es mi aguzada punta mi esencia última…

Así no. No puedo soportar haber sido besado con pasión por unos labios que yo mismo he creado con mi estocada, o que me deseen unas carnes que yo abrí para herir y desangrar.

Y sin embargo… Sin embargo sé que no podré resistir mucho más tiempo los embates del amor.

Mueren estas entrañas, se marchita esta piel, se enfría este cuerpo que me envuelve, que me solicita, que me posee, que ansía copular conmigo en sus últimos estertores. Y yo… Yo quiero morir con ella. Morir con mi herida. Llegar de veras y por una vez hasta el final.

Hasta la muerte de la maldita muerte que engendró mi estirpe.