Soy de aquí


SOY de aquí. Hay un modo de ser cada uno de su ciudad que todos hemos olvidado haber aprendido. Cada ciudad tiene sus reglas tácitas, sus normas secretas, sus rutinas, sus códigos para entrecruzarse miradas, sus formas de arrastrar los pies. Hay un modo de sentirse próximo a los demás y hasta de caminar distraído. Hay una forma de no pedir café en un bar, maneras específicas de expresar entusiasmo, o soledad, o admiración por el color de la luz de su cielo, y elaborados métodos para manifestar desinterés.

Hay un modo de caminar de noche, por ejemplo, en cada ciudad. Yo, personalmente, camino por el centro de las calles de mi barrio para sentirme tan rey de ellas como el que más. E intento abrazar, en mi mente, a todo lo que sale a mi paso, porque la noche nos hace comprender más fácilmente a todos que pertenecemos a una misma familia, a un mismo clan.

Hay innumerables y eficaces mecanismos mentales propios de cada ciudad para expresar insatisfación (en la mía cada día se inventan dos), pero rara vez alguien alguna vez muestra un gesto de complacencia. Digamos: trasmite la sensación de que otra vez hoy ha asumido, con todas sus consecuencias, haber nacido. Y haber nacido libre (aunque sea en lo más fondo del todo).

Ese gesto, esa mirada tan hermosa y tan necesaria, sin embargo es universal